Para el que mira sin
ver, la tierra es tierra, nomás.
Nada le dice la
pampa, ni el arroyo, ni el zorzal.
Atahualpa
Yupanqui.
En
la siesta adormecida y sus fragancias
ardiente
el sol, vertical sobre la tierra,
se
distinguen los manzanos en rojo maduros
y
las mentas ribereñas de mi arroyo enamorado.
Los
perfumes de hongos del pinar cercano
llegan
con la fuerza en esa siesta de febrero
donde
los sauces regalan sus sombras,
a
mi contemplación quieta y callada.
¡Qué
fragancia de esa siesta!
Salpicada
de colores, es calandria y es zorzal,
es
frambuesas y es chañares
y
es espinillos dorados en las piedras del peñón.
Es
que no miro sin ver.
Y
lo que veo me llena el alma de conmociones
y
me las llevo conmigo porque suele suceder
que
pueda necesitarlas cuando conmigo no estén…
ni
la siesta y sus fragancias, ni ese febrero con sol.
Publicado en mi libro "Desde aquella Strelitzia". 2014
Gracias, Wences, por compartir tu paraíso, pues tus palabras milagrosas pintan imágenes multicolores y entrañables que recorro con afecto y agradecimiento, regresando a mis primeras vacaciones de niña a esa encantada provincia serrana,donde el maravillado asombro deslumbraba mis ojos pletóricos de dicha. Volveré.
ResponderEliminarGracias, amiga Marimar! Es siempre una alegría verte en casa...
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